lunes, 8 de octubre de 2012

Ir al banco

Si hay algo que las personas tenemos tendencia a hacer cuando nos hacemos adultos es lo de ir al banco. Sobre todo mientras más mayor te haces más vueltas das al banco. Sinó mirad a los viejitos que están todo el día ahí haciendo cola para comprobar que el dinero que ingresaron no se lo ha llevado el señor del banco. “Quedía midad ti tan adí todavía mid didedoh” Y el banquero: “Primero venga con la dentadura postiza la próxima vez, y sí, hace dos horas estaba el dinero, y seguirá estándolo hasta que usted lo saque, pesao”. El caso es que la gente en general tiene que ir al banco. De pequeño sólo nos asomamos a ese lugar siempre pulcro y blanco para acompañar a nuestros padres a alguna acción rutinaria. Ingresar dinero, sacar dinero y poco más. Con la consiguiente pregunta que se hace todo niño al aparecer en un banco y ver esos señores trajeados contando fajos de billetes. “Papá, ¿esos hombres que cuentan tanto dinero no se quedan nunca algún billete para ellos?” Y tu padre te contestaba: “No, porque los banqueros son gente honrada”. A lo que tú contestabas: “Papá, ¿quién es Mario Conde?” Y como siempre tu padre se quedaba sin respuestas. Conforme te haces más mayor vas apareciendo por el banco porque un día se te ocurre realizar la Primera Comunión y a todo el mundo le da por regalarte dinero. Claro, todo eso lo tienes que guardar en algún sitio y el banco está ahí para eso. Para guardártelo a buen recaudo. Juaa juaa, que grita el banquero en su oficina cada vez que se acercan las fechas de comuniones. Tú vas allí y te regalan una mochila. Mochilas que nunca jamás llevaría nadie porque no sé que tenían en los bancos que las mochilas eran feas, pequeñas y de unos colores horrendos sólo comparables a chándals de yonkis de barrios marginales. Con eso os lo digo todo. Luego vas creciendo y empiezas a tener trabajo, así que tienes ciertos ingresos puntuales. La gente se compran el coche y están atados ya de por vida a los designios del banco. Pero entonces eres una presa fácil, eres un chaval joven. Y te hacen un carnet que se llama joven, con una gran dosis de estrujamiento meningil. Los carnets joven del banco son la parida más grande que se ha inventado jamás. El banco nos ofrece un montón de descuentos en cosas carísimas que saben que no nos vamos a gastar jamás porque aunque tengamos descuento no está la cosa para soltar esos dinerales a las bravas. Como por ejemplo, ir al cine. Eso sí, nos convertimos en el chollo perfecto para recibir publicidad en el correo de manera más o menos frecuente sobre nuevas ofertas para esquiar en Candanchú o un descuento especial en el menú de palomitas gigante. “¡Paga sólo un poco más por las palomitas que por la entrada del cine! Lo chungo del banco viene cuando te haces ya mayor del todo. Eres un adulto futuramente emancipado y, por lo tanto, te quieres ir de casa a vivir o bien solo o bien con tu pareja. “Ooohh, ¡qué bonito! ¡Vamos a vivir juuntos! Yuupii. ¡La república independiente de nuestra casa! ¡Amamos Ikea!” Pero no todo es tan feliz como tener que comprarte un mueble y encima tener que montarlo tú. Que, una cosa, ¿para comprar en Ikea hace falta haber sido fan de Bricomanía? En fin, que para tener un piso, aparte de tener ganas y paciencia, hay que pedir una hipoteca. Y ahí entra el banco en acción. Tú vas allí, pides una hipoteca y lo primero que te preguntan es si tienes dinero. A lo que tú piensas, claro que no, si tuviera dinero para qué coño pediría una hipoteca. Es como si te fueras a hacer un implante de pierna y te pidieran tenerla. “Hola, venía a hacerme un implante de pierna”, “Pues mire, nos tendrá que traer un certificado conforme va recibiendo cachos de pierna cada mes, la pierna de su padre y a poder ser la pierna de su mujer, y además, nos tiene que certificar que usted puede tener pierna si quiere en cualquier momento“. “Pero a ver, ¿si tuviera pierna para que querría yo que me la implantasen?”. Pues bien, los bancos son iguales. En vez de ayudar a los que lo necesitan, ayudan a los que más dinero tienen. Mientras más tienes mejor te atienden. Y si te toca la primitiva el director te saca la alfombra roja y pone una banda de música a la entrada para hacerte los coros, por no hablar de felac… Felicitaciones. Es como cuando sale por la tele que a la Infanta o a la Princesa le regalan ropa para los recién nacidos, juguetes, carritos de bebé… Y dices, ¿precisamente a ellos que van sobrados de pasta les dan de todo que no les hace falta y la gente mileurista que no llega a fin de mes, ni a mediados, no les dan ni los buenos días sin pedirles antes el certificado de buena persona expedido por Banqueros Association? No es por nada, pero aquí… Algo falla.

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