Los jubilados nos dividimos en varios tipos. Están “los agentes
de bolsa” a los que, con la excusa de “ahora que tienes tiempo”, hijos y
allegados tienen de acá para allá con la bolsa, ora al Dia, ora al Lidl.
Están “los banqueros”, aquellos que adornan los bancos de los
parques y plazas pero que en mis tiempos juveniles estaban en la entrada de
todos los pueblos en un poyo que yo creo que hacían ex profeso para ellos,
desde el que no se perdían nada de lo que pasaba.
Están “los bellos durmientes” también. Yo tengo un primo que,
cuando trabajaba, se acostaba temprano pero le daban las mil y una vueltas sin
dormir y oyendo “A Jose Maria Garcia”. Ahora, desde que se jubiló, se pega unas
siestas de 3 horas, se toma un cafecito en la cena y luego, como un tronco,
hasta las 10 de la mañana roncando.
Y después están los que, como yo, nos dedicamos a “la
investigación”, es decir, nos pasamos el día investigando dónde he puesto las
gafas o dónde dejé las llaves. Al final, la cosa trasciende y se transforma en
investigación filosófica: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué demonios hago en
la despensa con un destornillador en la mano?
La verdad es que arrastro un despiste crónico desde hace años
que con la jubilación se ha agudizado. El caos mental se convierte en caos
lingüístico, de tal manera que mi hija, en un amigo invisible de esos en el que
todos sabemos quién es quién, confecciono y me regaló un diccionario papa-español
del que les pongo algunas muestras:
Aquello: objeto desconocido situado en un plano
más o menos lejano. Suele aparecer en la frase “Alcánzame aquello”. Se descarta
la posibilidad de que se trate de las gafas, que estarían englobadas dentro de
la categoría de “las estas”.
Aquello de allí: los contornos del objeto se acentúan
por la existencia del adverbio de lugar. “Allí” puede traducirse como cualquier
lugar situado en una zona de 20 pasos a la redonda.
Aquello de allá, aquello de
arriba, aquello de abajo:
modificaciones topográficas del ya mencionado “aquello de allí”
Aquella cosa: última expresión de la familia de “los
aquellos” que, a pesar de su pasmosa claridad, ha caído en desuso por esos
caprichos que tiene la lengua.
Esto: Objeto situado en un plano más cercano,
cuyo género viene siempre indicado por un artículo:
Los estos: los prismáticos, los zapatos, los
cubiertos, dependiendo del contexto.
Las estas: Frecuentemente, las gafas. En menor
medida, las zapatillas.
La esta: la manta, la llave.
El este: el azúcar, el cuaderno.
La esa: viene a ser un sinónimo de “la esta”,
sólo que, en este caso, hay que ir a buscarlo arriba.
En fin, gracia a este diccionario algunas veces en casa nos
entendemos.
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