sábado, 15 de diciembre de 2012

Los uniformes de trabajo

Lo confieso, tengo un trauma. Tengo un trauma con los uniformes de trabajo, son seguramente diseñados por un malvado, como los que diseñan paraguas o pijamas del Lidl, los uniformes de trabajo son la cosa más fea que te puedes echar en cara. Y siempre son los de trabajos mal remunerados, que no conforme con pagarte una miseria pretenden que vayas al curro vestido con una camisa amarilla, con cuadros blanquinegros y un pantalón de tela hiperrompible para que cuando levantes una pata se te aireen los huevecillos. Eso cuando va justo, porque un pantalón de uniforme te caen como si hubieras soltado un mojón mientras caminabas. Todo hay que decirlo. No todos los trabajos te hacen vestirte así. Hay trabajos como los de oficinista en los que se lleva traje y punto. Dan sensación de ir arreglados, bien peinados, encorbatados y todo tipo de cosas buenas acabadas en ados. Pero eso sí, tienen una pequeña tara: pueden ser confundidos con mafiosos, que siempre van en traje o mucho peor, ¡con un concejal del Ayuntamiento! Para que vean lo poco que se diferencia un mafioso de un político, que ni se preocupan de cambiarse las vestimentas para que no les confundan… Al grano, como diría un adolescente mirándose al espejo. Estamos aquí para cuestionarnos por qué los uniformes de los trabajos son tan enormemente feos. Para empezar descartamos completamente la teoría de los diseñadores fracasados. Además, no es necesario ser un diseñador fracasado para hacer diseños horrorosos, los más famosos ya lo hacen. ¿Alguien no está esperando de una vez el diseño de Agatha Ruiz de la Prada para los uniformes de McDonalds? Si no fuera por los corazoncitos y las florecillas, nadie notaría la diferencia. Así pues, yo tengo dos teorías para resolver por qué los uniformes son tan horrendos. La primera es por cuestiones económicas. Y no porque sean más baratos de hacer, serían igual de baratos hacerlos bonitos porque la tela sigue siendo una mierda pinchada en un palo. Es para evitar que una vez dejes el trabajo… Te lo quedes. Sí, así con un uniforme tan feo a nadie le da por reaprovecharlo para salir al campo, o para estar por casa o para ir a una boda. Qué sé yo. Al ser tan rematadamente horribles nadie en su sano juicio guardaría eso en su armario. Porque al abrirlo te asustas. En serio. La segunda teoría es porque así es más fácil detectar al empleado en la tienda donde estés. Aunque la gente igualmente se pierde bastante. Te preguntan: “¿Trabajas aquí?” “No, me encanta llevar este traje verde caca llena de moscas porque es mi color preferido y coloco las botellas en los estantes porque me aburro en casa, ¿qué le parece?” Gente perspicaz hay en cualquier lugar. Con un uniforme chillón, con colores que no sabías ni que existían, en teoría es más fácil saber quién es el empleado y quién es el que compra. No como en algunas tiendas de ropa que las dependientas van la mar de peripuestas y no hay manera de saber quién es la que trabaja allí. Que a más de uno le ha pasado. No es tan fácil de detectar y claro, algún iluso se ha encontrado buscando ropa y de repente se le acerca una de esas chicas monas y piensa: “¡Dios! ¡He ligado! ¡He ligado! ¡Y viene hacia mí! ¡Oh, señor gracias! Creo que he tenido una erección” Y aparece la chica y le pregunta: “¿Te ayudo en algo?” Y él: “¿En bajarme los pantalones? Y ella: “No, imbécil. En elegir talla so salido. Y cálmate, que con esa erección no te vas a poder ni bajar los pantalones.” En esas tiendas también se detectan las dependientas porque es la que te mira con cara de asco cuando se te cae una percha. Infalible. Vamos, que a nadie le pone alguien con camiseta amarilla y visera. No intentes ligar nunca con uno de esos uniformes. Sin embargo, uno de policía, triunfa. Mirad sino las despedidas de soltera. También triunfan mucho los uniformes de bombero y de enfermera. ¡Pero es que no son uniformes de verdad! ¡Las enfermeras luego no van asi en los hospitales! El problema no es del uniforme es que si van con un escote que deja poco espacio a la imaginación, una falda-cinturón y unos ligueros, pues leches, por mucho que vayan de blanco y se pongan una gorrita con la Cruz Roja en la frente… ¡Eso no es un uniforme de enfermera! Que luego vas con toda la ilusión al hospital y dices, bueno, estoy malo, pero al menos me alegrarán la vista las enfermeras. ¡Y luego no es así! Van con batas anchas, inocuas, sin sex-appeal. ¡Nos están engañando, señores! En definitiva, como en todo hasta para los uniformes de trabajo también hay clases. Mientras menos cobras, más feo te vestirán.

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